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9.4.11

Eduard Cortina



Eduard Cortina muestra sus últimas esculturas

La exposición ‘A pèl’ podrá visitarse hasta el 11 de mayo en Pictograma


La sala de arte Pictograma de Castellón (plaza de la Muralla Liberal, 1) abrió sus puertas anoche para recibir los últimos trabajos del escultor valenciano Eduard Cortina (Godella, 1955) bajo el título ‘A pèl’. El vínculo entre la sala castellonense y el escultor se remonta a la década de los 80. Desde entonces Cortina ha participado en numerosos proyectos individuales y colectivos. La presente exposición permanecerá abierta hasta el próximo 11 de mayo. El horario de visitas de la sala es de lunes a sábado de 11.30 a 13.30 y de 18.30 a 21.00 horas. La muestra ‘A pèl’ reúne una veintena de piezas en madera de pequeño y mediano formato. El material empleado es sabina y ciprés, fundamentalmente, y algunos ejemplos de abedul y ukola. Para la descripción de los trabajos seguiremos el texto del catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Valencia, Manuel Silvestre: “En las esculturas que hoy nos presenta Eduard Cortina, después de un corto periodo de “paro técnico” dedicado a reflexionar y sedimentar ideas en torno a su proceso evolutivo, el artista ha practicado un ejercicio de depuración y limpieza de su propio yo, en un intento de eliminar todos los elementos contaminantes de la acción creativa. Sin desvincularse de sus anteriores trabajos emerge esta nueva serie de tallas de diversas maderas que nacen de un proceso creativo limpio y espontáneo. Eliminando en la medida de lo posible muchos de los tratamientos técnicos, ensamblajes, encolados e incluso el empleo del color que con tanta intensidad pudimos ver en anteriores trabajos. En la actualidad se decanta por la búsqueda de una línea de experimentación basada en las propiedades físicas y naturales, y en el énfasis de las posibilidades expresivas de la madera. Este compromiso del escultor con la materia le conduce a despojarse de muchas de las filigranas del oficio -que tanto conoce y domina- para que transpire la esencia de las formas cilíndricas de las que parte, haciéndolas compatibles con la sutil huella de su intervención. Todo un modelo de equilibrio y sobriedad que se hace patente en este conjunto de esculturas de extraordinaria fuerza expresiva. En esta especie de tótems o fetiches planean muchos de los conceptos del arte escultórico del siglo XX en un vuelo exento de motor y fuselaje. Pero en este planteamiento Eduardo ha prescindido de referentes “teóricos” y “artísticos”, enfrentándose a la materia de la manera más pura y natural en una exquisita síntesis de los valores esenciales del arte primitivo. Con un renovado espíritu y la voluntad de sentirse más libre ha abordado esta nueva etapa valiéndose de la inercia y el empuje que le dan madurez y la experiencia. Todo un ejercicio sereno y respetuoso en el que se deja llevar por las características del propio material, con las improntas del crecimiento y las circunstancias medio ambientales que contribuyeron a crear esas caprichosas fibras, ricas de colores, nudos o acumulaciones resinosas. De forma intuitiva y sin boceto previo como lo hiciera Miguel Ángel con los mármoles, se ha lanzado literalmente sobre los troncos, serrando, tallando, limando y puliendo la madera, con la intención de penetrar y producir toda suerte de vacíos, huecos, o perforaciones. El resultado son unas formas espectaculares y nada gratuitas, pues son el fruto de un proceso lento y calculado tratando de armonizar el trabajo especulativo de la creación con un respeto máximo por los caprichos de la naturaleza, por la que siente una especial inclinación. Esta vez Eduardo, nos propone una nueva ruta, un paseo por las alturas con un recorrido marcado por el paso firme, tenaz y solitario del creador, pero no exento de aventura y complicidad”.

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