Carles Abad interpreta la Tinença de Benifassà
Pictograma inaugura mañana la muestra ‘Els pins de Coratxà’
La sala d’art Pictograma de Castellón (plaza Muralla
Liberal, 1) inaugura mañana viernes 8 de febrero, a partir de las 19.30
horas, una exposición con los últimos trabajos del pintor Carles Abad, artista
muy vinculado a la sala castellonense donde ha presentado diferentes proyectos
colectivos y en solitario desde la década de los 90. Para esta ocasión Carles
Abad ha decidido mostrar una serie paisajística donde interpreta el paisaje de
la Tinença de Benifassà y, en concreto, los pinos de Coratxà, población
limítrofe con las tierras del Matarraña.
Durante el verano de 2012 Carles Abad realizó una
estancia en Coratxà donde tuvo ocasión de conocer su entorno natural. En sus
bosques tomó fotografías, apuntes del natural y preparó un libro de viaje con
comentarios e impresiones que la naturaleza provocaban en él. “En estas
montañas puedes caminar durante todo un día aunque sea agosto y no encontrar a
nadie”, recuerda Carles Abad. Una de las visiones que más poderosamente llamó
la atención del pintor fue el perfil de los pinos que se retorcían como en un
laberinto de ramas y líquenes. Durante el otoño preparó toda una serie que
muestra por primera vez al público en la sala Pictograma de Castellón y que el
artista da por finalizada.
El resultado es una exposición de 15 piezas muy
unitarias donde destacan seis obras de gran formato y el resto de pequeño y
mediano. Sin someterse por completo a ningún lenguaje artístico Carles Abad
aplica a placer acrílicos, óleos, carbones o lápices de colores siempre sobre tabla
preparada con arenas y pasta de papel. En la obra se aprecia su predilección por
el dibujo más que por la pintura. Para enriquecer la obra Carles Abad incluye
como fondo de sus pinos de Coratxà referencias cartográficas que toma prestadas
del mapa de la Tinença de Benifassà de ‘El Tossal Cartografies’.
Sus composiciones se ahogan en un marco estrecho que
corta los ramajes ocultando las copas, el suelo o todo aquel elemento superfluo
que el artista considera prescindible. La gama de colores ocres y tierras donde
apenas hay concesiones al verde acrecientan esa sensación de amargura y dramatismo
que provoca esta serie en el espectador que queda atrapado en un abrazo casi
asfixiante. “Son árboles viejos y gastados, con muy poca hoja. Mientras los
pintaba me acordaba de un amigo que perdí justo durante mi estancia en Coratxà.
Creo que él está muy presente”, reconoce el artista.
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